La arquitecta Berta Brusilovsky, la psicóloga Vanesa Pérez Padilla, madre de un adolescente con TEA, y Gay Lagar, directora de Entramados y creadora de parques y espacios dinámicos, analizan la relación entre el diseño de los entornos y el espectro autista en la jornada ‘Accesibilidad cognitiva, arquitectura y autismo’, del consejo sectorial de accesibilidad universal del CEDDD.
A falta de datos oficiales concretos, se estima que en España hay unas 470.000 personas con algún Trastorno del Espectro Autista (TEA). El autismo, tal y como explica Berta Brusilovsky en su último libro, ‘Accesibilidad cognitiva. Arquitectura y espectro del autismo. Claves para el diseño’ (Entinema, 2021), “es una condición neurobiológica poligénica que se inicia en el desarrollo temprano: no se ha encontrado un gen concreto del autismo de ahí que tenga similitudes con otras enfermedades o trastornos”. Y aunque la genética es cada vez más clara, apunta la autora, “Pickles y colaboradores en el año 2000 rechazaron la idea del gen único y diversos estudios apuntan a favor de un modelo de multilocalización que involucra desde dos hasta diez loci, con varias interacciones (Álvarez, I; Camacho-Arroyo, I. 2010)”. Es decir, no hay un autismo, sino que las alteraciones genéticas en el espectro del autismo son muy variadas.
De ahí que, en función de la alteración genética en cuestión, las personas con autismo tengan hipersensibilidad a los sonidos, a las luces, etc. Y espacios abiertos y a priori accesibles, sin barreras físicas visibles, son auténticas pesadillas para las personas que tienen esta condición. Por ejemplo, los patios de los colegios e institutos. “Son espacios de hormigón, con poca vegetación, que suelen estar vacíos hasta que salen los alumnos al recreo y se convierten en un espacio de juego”, expone Gey Lagar, creadora de espacios y parques dinámicos. Y añade: “Y entonces, el propio bullicio del juego o los olores que se pueden desprender de comidas, se convierten en una agresión para los sentidos en un niño que tenga alteraciones en el espectro autista”, dando como resultado el bloqueo.
“Cosas tan sencillas como ir a un supermercado, yo no puedo hacerlo, salvo en sitios puntuales”, comenta al respecto Vanesa Pérez Padilla, psicóloga especialista en acompañamiento a la discapacidad, bloguera y madre de familia de numerosa, cuyo primogénito tiene Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Con estas reflexiones partió ayer la #jornadaCEDDD ‘Accesibilidad Cognitiva: Arquitectura y Autismo’ del consejo sectorial de accesibilidad universal del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia (CEDDD), la primera de la entidad en 2022, en la que las tres ponentes analizaron la relación entre arquitectura y autismo, y propusieron soluciones al diseño de entornos para hacerlos amables.
Algunas de ellas, la creación de espacios de transición sensorial como los que propone Brusilovsky en el método desarrollado en su último libro, ya disponible en castellano y en inglés, para romper lo que la autora llama “efecto laberinto”. Porque, destaca la arquitecta y urbanista, “no hay conductas malas, hay entornos que generan malas conductas”.
La jornada, que como suele ser habitual en los eventos de CEDDD fue gratuita y accesible con ILSE ya está disponible de forma integra en el Canal de YouTube de CEDDD.